Tres de cada

Llenaremos estos calurosos días estivales con unas líneas dedicadas a revisar tres elementos de diferentes aspectos del aikido que me han dejado huella. Los más perspicaces podréis deducir, a partir del título, la motivación que me empuja a este entretenimiento veraniego.

Siendo el objetivo de esta entrada revisar un poco de mi tránsito por este camino, quizás sea lo más justo empezar por aquellas personas que más han influido en mi manera de ver el aikido y, en muchos aspectos, la vida misma. Es por ello que los considero mis Maestros. Seguiré un orden cronológico. El primero sería Fernando Doménech sensei, persona que me abrió las puertas a este mundo y del que pude aprender de manera estructurada una disciplina tan libre. El segundo sería Rafael Regaño sensei, gracias al que pude superar la primera crisis existencial, ver las cosas de otro modo, profundizar en la práctica y, sin duda alguna, continuar todavía en el camino. El tercero de esta pequeña lista sería Jean-Claude Aebischer sensei, muy querido por nuestro grupo y del que resulta imposible no contagiarse de su energía, vitalidad, dedicación y generosidad. A todos ellos les guardo enormes aprecio, admiración, respeto y gratitud.

Podríamos continuar por alguno de los lugares donde he podido prácticar. No me refiero únicamente a todas las paradas en la ruta histórica de nuestro grupo, sino más bien a esos sitios que son únicos y que, de algún modo, han producido algún efecto en mi evolución. Aunque me cuesta mucho elegir, creo que los más especiales y añorados por mi son el gimnasio Kensei, lugar donde empecé este camino, el dojo Tenshin, referencia durante lustros y punto de inflexión en mi práctica, y el Tai-itsu-kan, lugar donde dejé atrás algunos prejuicios, amplié el significado de lo "tradicional" y, paradójicamente pude profundizar algo más en otras aproximaciones al aikido más extendidas. Todos son sitios mágicos, que ya no existen, que son cada vez más improbables y que duele cuando se pierden.

Pasemos ahora a revisar otro de mis campos favoritos, el de los conceptos marciales y su aplicación a la vida real. No profundizaré mucho en la segunda parte pero, sin duda, es de los temas que más me interesan en el mundo del budo. Dependiendo del día podría decir tres diferentes cada vez que pensara en ello, pero en el momento en el que escribo este texto y pensando únicamente en el aikido, mis favoritos de hoy son: maai, deai y kimusubi. Imagino que no hace falta explicarlos en profundidad y que  únicamente con mencionar la "distancia apropiada", el "momento adecuado" y la "conexión con el compañero", uno se puede hacer una idea aproximada del concepto general y de su importancia para un buen aikido.

Bien, estamos llegando casi al final. Abordemos ahora el tema, por llamarlo de alguna manera, de las "formas de trabajo". No pretendo ser académico y voy a tomarme la libertad de mezclar aquí cosas a mi gusto. Por su capacidad de generabilización, es decir, que su práctica sirve de base para multiples situaciones que se presentan con posterioridad, mis tres elegidas son: shomenuchi, yokomenuchi y ushirowaza. Como en el caso del punto anterior, no se trata de enrollarse y mi pretensión es dejar entrever su importancia. Para mi, la primera representaría la verticalidad y la importancia de salir de la linea para evitar la colisión. La segunda, daría pie a comprender la circularidad y, si se desea así, a como tomar el control cediendo. La tercera es, indudablemente, la puerta al desarrollo de la intuición. 

Creo que será bueno finalizar con algo más opinable y abierto al debate, las técnicas. Seguro que cada uno tendría su triada.  Ya sabéis que me gusta todo en general, creo que me gusta hasta lo que menos me agrada. También sabéis que me encantan las bases y perderme en desarrollos y variaciones sobre ellas. Con todo esto quiero expresar que es muy difícil hacer una elección, pero me mojaré. Empezaré por un extremo del abanico, el que considero el principio, ikkyo. Para mi es la clave para la interpretación de todo osaewaza. Su comprensión y dominio, si es que alguna vez se llega a comprender y dominar, marca un hito en el camino. La segunda, kokyunage, estaría, desde mi perspectiva, al otro extremo. Si ikkyo representa lo sólido, lo físico y lo cuadrado, Kokyunage estaría asociado a lo etéreo, lo sutil y lo redondo. Para mi gusto, por su dificultad, es materia continua de estudio y marca en muchos sentidos la dirección hacia la que dirigirse. Entre estos dos puntos, podemos encontrar el resto de técnicas y, quizás por su representatividad, por la interacción que supone con uke y por su espiralidad, me quedaría con iriminage. Estas serían mis tres predilectas en este momento, quien sabe si dentro de otras tres décadas pensaré igual.

Bueno, hemos llegado a término. Quizás echéis en falta que nombrara algunos de los múltiples amigos y alumnos que este mundillo me ha proporcionado. Permitidme que me los reserve, aquellos que me conocéis sabéis que me cuesta hablar de temas que considero íntimos. Además, es una sensación un poco extraña la de destacar algo, porque parece que lo demás carece de importancia, y no es este el caso. Esta última afirmación es aplicable a todo el contenido de la entrada, y mucho de lo que se queda sin mencionar tiene la misma importancia que lo explicitado. Dejémoslo como que hay mucho ura detrás del omote.

Nos vemos sobre el tatami, si tenéis algo que decir no dudéis en usar los comentarios ;)

Comentarios

Entradas populares